MARÍA NUESTRA MADRE TRASPADA
Hemos hecho un circulo de expertos de esos que siempre creen tener la razón, y en el centro hemos puesto a un hermano sin estar él presente, para hacerle una crítica “constructiva” porque nosotros entendemos de todo: política, economía, arte, religión, deportes y no digamos nada de cuestiones cofrades; cuando opinamos, somos indiscutibles, porque al estar siempre en posesión de la verdad, lo sabemos todo de muy buena tinta y al hermano de turno que vamos a juzgar, naturalmente no tiene opción de defensa, ya que ni siquiera está en persona.
Algunos de nosotros que componemos este “Sanedrín” podíamos pensar que ciertas acusaciones que le hacemos a este hermano, no son del todo justas, que eso de los testigos, no está del todo claro, que esta forma de atacar denota cierta antipatía, cunado no envidia, al fin y al cabo, todo el mundo puede equivocarse o incluso, nosotros mismos que nos consideramos perfectos. Esto no lo hacemos notar ya que nos podrían excluir de este círculo y así no variamos el curso de la reunión.
Nos damos cuenta de que es posible no tener nada contra el acusado y se nos clava como un dardo aquello de “perdonar setenta veces siete” o esto otro de “amar a los enemigos y devolver bien por mal”. Con lo que nos limitamos cobardemente a lavarnos las manos.
Es así, como teniendo la osadía de declararnos cristianos, discípulos de Jesús, sus nazarenos, estamos volviendo a dar vida a Anás como jefe de este Sanedrín, de aquel servidor, que interpretando su despecho abofetea a Jesús, o a Pedro que lo niega; al de los lacayos que mediante golpes se burlan y se divierten tapándole los ojos; incluso de los soldados que inmisericordemente lo azotan, y así nos hacemos cómplices de la condena a Jesús de Nazaret.
María de las Mercedes, nuestra Madre, es traspasada no solo por el desgarrador dolor que siente viviendo el martirio de su Hijo, sino también por nuestras actitudes infames. Ten misericordia con nosotros y admítenos en tu regazo, acarícianos para que tu comprensión nos haga comprender nuestra maldad y la ignorancia que nos lleva a subestimar el drama de la Pasión de tu Hijo Jesús, perseguido y clavado en la cruz, muerto y después resucitado para atraernos con sus brazos extendidos en señal de espera en el lugar que en el cielo, nos tiene reservado.
MARÍA DE LAS MERCEDES, NUESTRA REINA CORONADA
Yendo en pos del Señor caminando, cansados bajo un sol muchas veces implacable y testigo del rigor penitente de nuestro Lunes Santo, algo nos aproximamos a entender el significado de la cruz de madera que tanto nos pesa. Cuando otros hermanos en determinado momentos y por escaso tiempo nos confían la suya, nuestro peso aumenta y entonces nos damos cuenta de que hay otras cruces mucho más pesadas que la nuestra.
¿Cómo le costaría al Señor llevar el peso de las cruces de todos los hermanos y hermanas de nuestra hermandad, de nuestro barrio, de Sevilla y del mundo, la suma del peso de todas las cruces?, pero con que amoroso afán lo hace.
Jesús, quiso cargar con todas esas cruces, no las rechazó, se abrazó a ellas por amor, así cambió el sentido del dolor haciéndolo ocasión de experimentar el gozo de la paz y la resurrección.
Señor Jesús, la calle de la amargura de esta Jerusalén nuestra por la que caminamos siguiéndote, tendrá que prolongarse por los senderos de nuestra vida y hacerlo con la alegría íntima de que nada tiene que ver con el alarde con que nos pagamos las buenas obras que hacemos, ni con el esplendor tradicional cofrade cuando una estación de penitencia carece de compromiso práctico, y sí mucho tiene que ver con la serenidad que hace feliz a quién, cumplida la penitencia de la vida, llega en silencio a la cima de su calvario, humildemente, como nazareno tuyo, Señor, en la madrugada del Martes Santo, sube en silencio tal como comenzó su estación por la vía dolorosa, y a la vez feliz, de la avenida de los Teatinos.
María, nuestra Madre coronada Reina y Señora de la obra creadora de Dios Padre, es tu fragancia la que limpia, da frescor y purifica nuestro deseo de ser dignos de la mirada de esos tu ojos misericordiosos.
MARÍA, ESCLAVA DEL SEÑOR
En alguna ocasión, tristemente, se ha dado el caso de que en medio del silencio de una procesión eucarística, algún vehículo que pretendía pasar se volvía para atrás y se alejaba dando voces de protesta, pero es tanta la misericordia de Dios que enseguida entendimos que aquello no era una batalla perdida, sino una lección aprendida.
Es cierto que este mundo cada vez más secular, estamos en lucha con contradicciones y así, yendo por las calles con nuestras procesiones, impedimos transitar a otras personas, creyentes o no, que tienen también derecho a usar el espacio común que es de todos. ¿Cómo hacer compatibles las razones de unos y otros?, entiendo que con respeto y tolerancia, con dialogo entre todos.
María en su lealtad infinita se ofrece para hacer la obra de Dios, asume con su “fiat” a ser portadora, como Madre del Verbo divino y así se convierte también en la Madre de toda la humanidad, haciéndose merecedora de corredentora de la obra redentora y salvífica de su divino Hijo.
Recordemos lo que de la Virgen María el Concilio Vaticano II nos dice:
“La verdadera devoción a la Virgen procede de la fe verdadera, por lo que somos conducidos a conocer la excelencia de la Madre de Dios y somos a la vez excitados hacia el amor filial de nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes”.
“La Madre de Jesús, antecede con su Luz al pueblo de Dios peregrino como signo de esperanza segura y de consuelo”.
“En la Virgen María, la Iglesia admira y ensalza el fruto más esplendido de la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser”.
“La Virgen María, modelo perfecto de vida espiritual apostólica, lleva a una vida igual que las demás mujeres, llena de preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida a su Hijo, y cooperó de modo singularísimo en la obra del Salvador”.
“María Sobresale entre las humildes y pobres del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación”.
“Enriquecida desde el primer instante con esplendores de santidad del todo singular, la Virgen nazarena es salvadora por el ángel del maltrato de Dios hacia la humanidad como llena de toda gracia”.
Concluimos esta meditación con una oración final:
“Oh Virgen bendita y con tanta verdad llamada Mercedes, llena de Misericordia, te suplicamos para nuestra hermandad que tiene puesta en Ti toda su confianza, preservar a todos tus hijos de los infinitos peligros del alma y del cuerpo y que jamás nos falte el tesoro de la fe”.
“Dulce Madre de las Mercedes, ampáranos bajo el manto de tu maternal protección, protege a nuestras familias, bendice nuestros campos, remedia nuestras necesidades y aliéntanos en nuestras flaquezas”.
“Gloria eres de este barrio que te aclama con su Patrona, eres nuestra alegría pues siempre favoreciste nuestra adversidad y eres el honor del pueblo de Sevilla. Bendícenos como Madre cariñosa”.